venerdì 21 novembre 2014

Amigos de pies... y corazón

Te agachas un segundo para atarte las botas, mientras tu mirada se pierde entre las infinitas puntas verdes del césped, aquella alfombra no siempre tan lisa donde te perderás por los próximos 60 o 90 minutos. O a veces menos, o más. El origen de todo una carcajada, un chiste con un vaso en la mano y dos opiniones compartidas en una fiesta.

Y de repente te encuentras ahí. Donde todos son iguales y persiguen el mismo objetivo, o mejor dicho la misma esfera de cuero. Las risas antes del esfuerzo bajan la tensión. Luego empiezas a pensar con los pies, como dijo el maestro Soriano, y todo es más liviano. Las piernas se mueven solas, distraídas por el movimiento del balón. Y la fatiga no se siente.

Hasta el final del partido. A veces lo añoras, otras lo odias, según tu cansancio. Pero pase lo que pase, acabas satisfecho. Y no se trata solamente de un desahogo corporal. Pasar el balón, gritar y correr son las fases de acercamiento a nuevas personas, nuevos amigos que solamente el fútbol te puede otorgar. Desde la nada, la pasión por un deporte es algo que se comparte con gusto, placer y sencillez.


No es extraño que en cada rincón que haya pisado el fútbol me haya ayudado a hacer amigos sin tener que hacer malabares. Ni siquiera buscándolos hubiera encontrado tantos. Desde las tardes de la adolescencia robadas al estudio en el patio de la abuela hasta los domingos por la mañana en Boedo, pasando por una bicicleta en Grecia y unos caños en Barcelona.

Así de fácil. Y al final siempre sonriendo. Con mis amigos de pies y corazón.

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