lunedì 25 novembre 2013

Amistad

Anni fa, per un compleanno celebrato tra uno spostamento e un altro, ebbi in regalo un film, dal titolo 'Amistad'. Quella parola, pronunciata in una lingua a me già familiare e che presto avrei impiegato quotidianamente, è il filo rosso che accompagna lo scorrere delle mie giornate.

Nell'epoca delle e-mail e dei social network, per non parlare del whatsapp, sentirsi continuamente è molto facile, ma non vale mai quanto uno sguardo, un incontro dal vivo, seppur breve. Passano gli anni, ci muoviamo, chi viene, chi va, ci sfioriamo e ci allontaniamo, senza sapere quando torneremo a vederci. Poi arriva il momento del rincontro.

Ed è come se non fosse passato il tempo. Tutto si congela e si riavvolge il nastro. Si comunica come quando le preoccupazioni erano il trovare i soldi per una pizza o come rimediare un passaggio a casa in una notte sballata. E poi tutto si dissolve in una risata, una smorfia e un gesto scaramantico.



E l'ingenuità si impossessa di te quando ti rendi conto di essere circondato da tanti amici, che neanche la distanza riesce ad allontanare. Qualcuno ti chiede di farlo 'sperdere' in posti sconosciuti, altri ti ripeteranno infinitamente le stesse battute facendoti ridere sempre di più, altri disegneranno letteralmente o figuratamente lo scorrere di tanti anni. Infine altri continueranno a prenderti in giro come dal primo giorno, altrimenti non sarebbero loro, e neanche tu saresti te stesso.

Perché alla fine, silenti o chiassosi, effusivi o pacati, con i loro sorrisi scolpiti nella mente ti ricorderanno costantemente che, se ti giri intorno, non sei mai solo.



lunedì 18 novembre 2013

Cuenta nueva sin borrón

Las luces del puerto de Barcelona se alejaban poco a poco delante de mis ojos, mientras el barco iba marcha atrás sin seguir mi mirada. Había elegido volver a mi tierra natal después de tres años, como etapa temporal antes de un nuevo 'proyecto' con pocos fundamentos, a través de una lenta travesía por el Mediterráneo. Tres maletas me acompañaban, una por cada año vivido allí.

En realidad llevaba conmigo mucho más que tres maletas.  Lo que se puede almacenar en la mente tras haberlo vivido tenía otro tipo de peso. Emociones y sentimientos se habían quedado en mi memoria y cerrando los ojos el mar a mi alrededor acompañaba unas imágenes y yo volvía a vivir todo aquello, pero sin tocarlo, como en un sueño.




Unos días antes me alejaba de un lugar y de una situación que hipotéticamente hubiera podido ser una nueva realidad. Me quedé minutos parado mirando la silueta de una casa roja, casi naranja, al horizonte, mientras la puerta del tren esperaba abierta. Hasta que no llegó el silbato que anunciaba el cierre definitivo de las puertas y tuve, a regañadientes, entrar y rendirme.

Tras un verano que había empezado con un duro pero mágico camino y unos cuantos buses nocturnos, cerraba el círculo, volviendo a Barcelona, de la que me despediría poco más tarde. Muchos amigos hicieron que los días pasaran rápido, tal vez demasiado. El adiós en cambio fue lento. El barco se alejaba despacio y me devolvía a mis tierras originarias después de un largo periodo.

Hay que recorrer carrerilla, llenar el corazón y tomar aliento, antes de otro salto al vacío. Ahora un poco más difícil, pero con más cartas para jugar. Y con más miedo para vencer.