venerdì 6 dicembre 2013

Impresiones de un Tan(g)o

Milonga. Una palabra desconocida hasta hace poco. Un lugar entreabierto. Para pocos entendedores. Nunca hubiera recalado allí sin una guía porteña. En el barrio de San Telmo, en una calle que nunca recordaré, se halla un local que podría ser cualquier taberna.

Bajando las escaleras la atmósfera empieza a entrar en tus huesos. Los arcos dibujan una música estremecedora. Miras sin respuesta a un sinfín de personas que crean una armonía en toda la sala sin que tú puedas entender el por qué.



Las notas llegan a tus oídos y te parece haber entrado en una película, o, peor, en una publicidad. Pero no es así. El baile empieza y las piernas mueven los pies de los bailarines, que dan el ritmo a sus mitades. En un rincón un vaso de vino acompaña estos movimientos. No te atreves, no es arte tuya. Prefieres disfrutarlo. La mirada se te queda atontada y tus ojos siguen el ritmo de la melodía.

Dejarse llevar es el primer paso. Luego todo fluye. Y el Tango encanta al Tano como una flauta a una serpiente...


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