venerdì 5 giugno 2015

El viento en la cara

Ya no me acordaba cómo se ataban una botas. Obligado a comprarme unas nuevas, siento la dureza del impacto de algo nuevo aunque las sensaciones en el cuerpo son viejas. Más bien añoradas. Siete meses son largos, casi una gestación. Un régimen riguroso a lo largo del invierno y primavera.

Un paso. Dos. Aumenta el ritmo. Crece la tensión. Siento el viento en la cara mientras las piernas se mueven solas, algo estancadas en los primeros segundos. Poco a poco vuelvo a percibir la exigencia de sentir el balón en los pies y los movimientos se hacen automáticos.


El miedo se convierte en adrenalina. Y de la adrenalina llega le emoción. El aliento más pesado es señal de un cansancio feliz y la atención a los rivales mantiene despierto un niño que vuelve a sentirse en su casa, que puede encontrar en cualquier rincón del mundo. Eso sí, siempre y cuándo tenga el viento soplando en su cara.

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