martedì 3 marzo 2015

Oler corriendo

El aliento brota en el interior. Poco a poco se hace más pesado, por el movimiento que sube mientras el corazón pone la pauta. El ritmo aumenta, los látidos con él. El olor a sal del mar llega prepotente pero delicado y respirarlo es linfa nueva.

Las piernas se hacen cada segundo menos pesadas, mientras la alternancia de melodías diferentes acompaña el movimiento, la respiración y el olvido. Cruzas las miradas de desconocidos: unos hacen lo mismo que tú, otros te miran boquiabiertos.

La rodilla sigue la armonía del cuerpo entero, intentando ponerse al día tras una semana que ocio total. Lágrimas de sudor se funden en una sensación de calor absoluto, mientras alrededor las percepciones se ensanchan según llega el cansancio.

Sigues respirando. Todos tipo de olor se topa con tu ejercicio, casi como si el mundo entero quisiera ponerte a prueba. Cuando ya estás volviendo al ritmo normal, aparece un cachorro que te persigue, se para y trepa por tus piernas, dándote cosquillas con sus garras. Es entonces que la satisfacción es total.

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