La noche del Mediterráneo sin un móvil con crédito para comunicarme, pero con gente esperándome en el puerto, como los marineros de antaño.
Las pizzas, los cafés y lass pachangas con los amigos de siempre, antes de una vuelta por ahí al norte, tocando Milán, Bolonia y Turín.
Los Buenos Aires que anticipan el verano, 6 meses antes.
Los 30 años nadando en el Río de la Plata.
La Patagonia, los lagos de los Andes y los cerros de Valparaíso.
Los Andes en una noche de luna llena y estrellas, antes de una tarde de cervezas y goles en la escuadra.
La noche de fin de año con un amigo viejo y nuevo a la vez.
Las noches de Palermo, de Almagro, San Cristobal y San Telmo y una fiesta clave.
Los compañeros de Fracción, que animaron los findes y los lunes.
La cinta de capitán.
El lugar de encuentro.
La rutina bonaerense, y de por medio una escapada a Uruguay.
El Boliche de Roberto.
El estadio Marcelo Bielsa y el doble color de Rosario.
El largo viaje en solitario, una triple frontera y las cataratas de Iguazú.
El sello.
La revolución de junio.
La ayuda de muchos.
Una infinita cantidad de asados.
Una despedida inmortal.
Un primo y más amigos.
La ciudad que nunca duerme.
Volver. Engordar. Amar.
Los viejos amigos de hace poco.
Barcelona. Y París.
Alrededor de 30mil km.
Más o menos.
Las pizzas, los cafés y lass pachangas con los amigos de siempre, antes de una vuelta por ahí al norte, tocando Milán, Bolonia y Turín.
Los Buenos Aires que anticipan el verano, 6 meses antes.
Los 30 años nadando en el Río de la Plata.
La Patagonia, los lagos de los Andes y los cerros de Valparaíso.
Los Andes en una noche de luna llena y estrellas, antes de una tarde de cervezas y goles en la escuadra.
La noche de fin de año con un amigo viejo y nuevo a la vez.
Las noches de Palermo, de Almagro, San Cristobal y San Telmo y una fiesta clave.
Los compañeros de Fracción, que animaron los findes y los lunes.
La cinta de capitán.
El lugar de encuentro.
La rutina bonaerense, y de por medio una escapada a Uruguay.
El Boliche de Roberto.
El estadio Marcelo Bielsa y el doble color de Rosario.
El largo viaje en solitario, una triple frontera y las cataratas de Iguazú.
El sello.
La revolución de junio.
La ayuda de muchos.
Una infinita cantidad de asados.
Una despedida inmortal.
Un primo y más amigos.
La ciudad que nunca duerme.
Volver. Engordar. Amar.
Los viejos amigos de hace poco.
Barcelona. Y París.
Alrededor de 30mil km.
Más o menos.
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