domenica 12 maggio 2013

El talón de Aquiles

La voz mágica de mi abuela resonaba en la cocina mientras ella preparaba el té, le echaba azúcar y unas gotitas de limón, provocando en mi una adición prematura a esta bebida. Aquel ritual de las tardes de un niño de 5,6 años era el momento más esperado de mi infancia, con el humo del té y las galletas que acompañaban los relatos que más me han fascinado en toda mi vida. Nada de Caperucita Roja, Hansel y Gretel ni cosas de este palo.

Mi cara se iluminaba y mis ojos brillaban cuando mi abuela empezaba a relatarme historias milenarias, que el mismo Homero narraba con el énfasis de su voz. El destino infinito de Ulises, viajero por obligación divina, tras una guerra durada 10 años, se dibujaba en mi mente. Entre sirenas, brujas, mares en tormenta, acertijos y pruebas de inimaginable cordura, mi imaginación volaba. No hubiera podido pensar que aquellos cuentos podrían convertirse en algo parecido en mi vida real, cual ser humano como todos los demás.


Un barco y dos estrechos, recorriendo en pocos meses las extremidades de aquel viaje. Y el sonido de la voz de mi abuela resonando. De las columnas de Hércules al Bósforo, entre lágrimas y escalofríos, recorría yo algo que formó parte de mi época más inocente, donde los sueños eran fáciles de agarrar y morder hasta comerlos del todo. El recuerdo iba a otro cuento, el en que empezó todo, a orillas de la ciudad de Troya.

De un héroe mitológico a otro. Aquel Aquiles casi perfecto, cuya muerte llegó por una flecha envenenada en el talón, su único punto vulnerable. Este talón, en mi caso, lleva el mismo nombre de la figura que provocó la guerra de Troya. Un cuento en el cuento, como unas muñecas rusas. Tras los pasos de Ulises volví a Troya, cuando la guerra aún no había estallado pero el hechizo, a través de una mirada sin iguales de dos esmeraldos, ya había sido perpetrado.

Atónito y encantado. Como en un cuento, pero sin que nadie me lo narrara. Simplemente, viviendolo. Éste soy yo, ya con 29 años y no con 6, solo en una habitación y no en la cocina de mi abuela.

Seguir buscando Ítaca, como hacía Ulises, es el reto primordial. La flecha que atraviesa el talón de Aquiles, por su parte, duele pero no mata. Aún queda mucho recorrido, un largo mar para navegar. Sea como sea.



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