martedì 5 marzo 2019

Azan


Cuando no entiendes nada, percibes mucho más. La melodía es conocida para todos. Menos tú. Los pasos plácidos del muecín  suenan entre las paredes. Aturdido. Embotellado. El silencio se rompe. Un lamento fascinante. Palabras desconocidas. Partituras virtuosas. Un mundo aparte. Resuena el eco entre las silenciosas montañas de Uraman. A pocos km una frontera y la incertidumbre. Estás en otra dimensión.

Nada llega a este pañuelo de mundo escondido. Las personas buscan sus recursos. Recursos de una gente lejana y humana. Recursos agotables que solo el contrabando hace que sean menos escasos. En un área olvidada por todos, menos los curiosos. El idioma es una música que te toca bailar para no marearte. Es el mundo al revés. Es la cara de unos niños cuyos pasos se cruzan con los viejos. En una realidad tan chica en un lugar tan grande y perdido. Es la risa en un inglés básico de pocos elegidos.

El Azan explota, y con ello la vida. Siete personas participan al ritual. Totalmente aisladas del mundo. Ensimismadas entre cuatro paredes cuyas letras son poesía aunque no la entiendas. Tus mochilas, las que dejaste en la mezquita unas horas, se empreñan de sensaciones inusuales. Cuando las vas a buscar, no son las mismas. Y tú tampoco. 

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