venerdì 25 aprile 2014

Entre cuadras y jardines

El sonido de las obras en el taller de enfrente, alarma automático de cada mañana de mi estancia porteña, sigue marcando el ritmo de los días, salvo escasas excepciones en las que me quedo dormido hasta las tantas (como mucho las 10). El café y la radio acompañan el lento despertar para dejar paso a la tecla hasta que el sol que se asoma invita a respirar un poco de la contaminación ciudadana y salir a la calle.

Entre paseos peatonales sin sentido y buses que compiten entre ellos mejor centrarse en el camino, repleto de agujeros en la acera, hasta llegar a un cruce donde cualquier intenta venderte chocolatinas, no como en mi país, dónde la gente más desesperada intenta limpiar el parabrisas de los coches. También por esos detalles se nota el grado de dulzura de la gente que vive la calle durante las 24 horas.

Muchas cosas que tenemos al alcance no las notamos a la primera. Ni a la segunda. Tal vez las notamos cuando salimos con una cámara, la perfecta excusa para hacer retratos de personas, cosas, situaciones. Fallando se cometen muchos errores,  y de paso caminando se aprende a conocer. Entre un intento y otro de varias fotos, es bonito perderse en un enorme jardín en el medio del bullicio.


El ruido del tráfico contrasta con la paz de las plantas, cuyos nombres en latín suenan ya a árabe y cuyas hojas crean lindos juegos de luz a través del contraste. El diafragma casi se niega a moverse y las fotos salen, como siempre, sobre expuestas. O borrosas, como esa que se ve aquí.

Pero no importa. Es una imagen de una tarde diferente, en la que ya puedo dejarme llevar por la paz del lugar y disfrutarlo, sentarme y relajarme, sin un móvil en el bolsillo que me notifique nada. Ya habrá tiempo de sobra para que la monotonía del trabajo me vuelva atrapar en su espiral.

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