venerdì 27 settembre 2013

El camino de la vida


La primera vez que escuché, o mejor dicho leí, el nombre ‘Compostela’, fue el 12 de octubre de 1996. Aquel día Luis Nazario da Lima, también conocido como Ronaldo O’ Fenomeno, marcó el gol que le hizo famoso dando la vuelta al mundo. 16 años más tarde, con Ronaldo que de Fenomeno ha pasado a ser, desgraciadamente por él, el Gordo, decidí finalmente emprender el camino hacia la localidad de Santiago de Compostela.


En todas las ciudades en las que viví siempre disfruté muchísimo de la libertad de andar, incluso en mi Nápoles, donde la Vespa de la que disponía ha sido un medio de transporte imprescindible durante 8 años. Pero el Camino de Santiago no es un camino cualquiera. No se trata simplemente de poner un pie delante de otro y seguir un sendero o una carretera. El Camino de Santiago es la vida. Por ende, cada persona sigue el propio, empieza sola o con alguien. El mío empezó y se acabó solo, aunque durante el largo recorrido pude percibir la cercanía de muchas personas que hasta el momento eran desconocidas.


La llegada a la Praza do Obradoiro, donde se halla la Catedral de Santiago, tuvo lugar a las 8 de una mañana de finales de agosto, mientras el azul oscuro del cielo dejaba paso a una tonalidad más clara. ‘The Ecstasy of Gold’ de Ennio Morricone acompañó mi entrada a la plaza casi desierta y mi beso al suelo. La silueta de la catedral se erguía esbelta en el cielo y me quedé atónito mirándola, tras haber abrazado a otros compañeros que habían llegado antes que yo o los que venían después. La mochila ya no pesaba, liviana y suave reposaba encima de mis hombros mientras me agachaba a contemplar el espectáculo. Anteriormente, había aprendido a tropezar sin caerme, porque una caída hubiera podido suponer un batacazo en la ruta hacia la meta final. Empecé a sentirme más despierto, más reactivo, como si estuviera constantemente solicitado por una prueba física y mental sin apelación.


Todo había empezado 16 días antes, cuando a las 6 de la mañana otra catedral, la de Burgos, saludaba mi arranque en este recorrido. Me até los cordones de una botas que esta vez no servían para jugar al fútbol sino que sucesivamente me proporcionarían ampollas tras ampollas, y comencé a andar. Los primeros días la lluvia de estrellas acompañaba mis primeros pasos hasta que irrumpiera el sol. Entendí que no tenía que mirar nunca para atrás y que la gran estrella tenía que estar siempre detrás de mí, casi como si estuviera empujándome. Muchos encuentros poblaron el trayecto de personas especiales, de las que de vez en cuando me alejaba para aislarme, escuchar unas notas en solitario y descubrir a mí mismo, en la medida de lo posible.


La última noche en Santiago, cuando ya me hallaba solo en un bar intentando buscar cansancio para deshacerme de toda la adrenalina acumulada, un simpático cantautor con harmónica y guitarra, al puro estilo Bob Dylan, puso el broche de oro a toda la aventura. Por expresa petición de un parapléjico en silla de ruedas decidió tocar ‘Blowing in the wind’ una de las canciones que habían llenado los duros momentos de intensa caminata, al son del ukelele de un amigo y sin que nadie supiese la letra por entero. Con la piel de gallina, hice una señal de aprobación al cantautor y me di cuenta que tenía que volver al albergue. Era el momento de cerrar el círculo.


Con la mirada vacía, pero con el corazón lleno movía mis últimos pasos en Santiago, ya sin botas, con los pies libres y la mente despejada. Era como después de haber hecho el amor por primera vez, o como cuando empiezas a vivir solo. Pero yo era siempre el mismo, tal vez más experto y melancólico, porque podía contar con otra experiencia en mi vida que echar de menos algún día, consciente de que a partir de aquel momento nada sería como antes.


El Camino de la vida es el espejo en el que ves tus ojos encenderse por emociones, dolores y sensaciones. Porque el camino es tu camino. Y tu límite eres tú.

2 commenti:

  1. Bonita narración de la experiencia, caminante.
    Tú y yo compartimos algo, y es el amigo del ukelele: una de las personas
    más buenas, más cariñosas y más sensibles que he tenido la fortuna de conocer.
    Buen camino, Antonio.

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  2. Gracias guapo! Es un relato precioso...

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