giovedì 18 aprile 2013

Saltando por los charcos

El tren sale de la galería y la lluvia baja prepotente y entorpece los sentidos. Las gotas salpican contra la ventanilla, dividiéndose en pequeños arroyos que no desembocan en ningún mar o lago.

Resuena en la cabeza una melodía gitana escuchada hace años, sentado en una piedras, atrapado por una vista nocturna de una casa roja, fortaleza árabe y candado de emociones. La vuelta a este sitio, con sol y sin luna, mezcla el recuerdo con la idea de un presente que podría ser futuro.

Es la búsqueda permanente de un rincón de mundo que te pertenezca, posiblemente para compartirlo, lo que te hace seguir adelante. Pero a la vez, te para y te deja atónito, sin remedios en aquel momento. La mente vuelve a hurgar en el corazón y los momentos buenos se mezclan con tu malestar momentáneo. No puedes hacer nada sino idealizar lo que fue y menospreciar lo que es. Tal vez sí, puedes imaginar lo que será: logros, fracasos, sueños y tropiezos.

Emprender algo es tarea difícil. Requiere entrega y pasión. Es el momento en que eliges dar el salto y liberarte del miedo que arrastras hace tiempo. Una multitud de charcos está entre tú y la meta final. Tu reto es saltar para evitarlos. Estos charcos son la vida misma, que se divierte en ponerte obstáculos y hace más difícil llegar a la felicidad.

Lo bonito no sería así si no estuviera precedido por lo malo. O quizás es al revés. Es una rueda que gira sin parar, a su antojo. La tristeza es el precio caro de la alegría de antes. Pagas por haber disfrutado mucho de algo, que luego se pierde en el fondo del mar.

Todo se remite a una imagen imborrable: un balón golpeado que besa con violencia el travesaño y rebota en la cal y acaba fuera, recuerdo de un partido clave y símbolo de una derrota amarga tras haber rozado la hazaña. Nada está programado. No existen reglas escritas. Eres tú quien elige como vivir tu vida.

Vivir al borde del abismo ayuda a apreciar mucho más cada segundo que tenemos, aunque también hace que menospreciemos unos cuantos ratos una vez que perdemos el equilibrio y caemos. Pero, ¿existe el equilibrio? El equilibrio es una sensación personal, a la que cada uno llega cuando lo tiene claro.

Si la vida es hoy, no es ni ayer ni mañana. Jactarse de las glorias o quejarse por los fracaso que hubo en el pasado es un error. Vivir es ahora, los planes y los programas son relativos. Vivir no es un trabajo que te "llene" el día y la semana para que vayas esperando con ansiedad el viernes por la tarde. Vivir es sobrevivir sintiendo felicidad en cada instante que pase.

Los charcos de la vida son para saltar. Te puedes manchar o mojar, son unas turbulencias fisiológicas. Afrontarlas es la mejor manera de poder vivir sin remordimientos. Y poco importa si en el futuro tendrás cicatrices que te lo recuerden. Lo habrás vivido.

Nessun commento:

Posta un commento