venerdì 28 ottobre 2016

Montañas rusas

La culpa es siempre de los latidos, de estos tambores interiores cuyo ritmo sube rápidamente como durante un solo inquieto y fugaz. Asombrosos y engañosos a la vez aceleran el tiempo que mide las tormentas emocionales en pos de una felicidad que se esconde y se manifiesta, intermitente.

Parpadean las luces de un recorrido largo de un fin imperceptible a los ojos. Las montañas rusas que suben y bajan marcan el paso de estos latidos ingobernables, cruz y cara de un ego apaciguado por sonrisas y revuelto por las dudas.

La culpa es siempre de los latidos, y del tiempo, que elige a su antojo cuando caminar, cuando correr o cuando tomarse un respiro. Esclavo de las agujas del mundo, busco unos rasgos lejanos de mi manos pero cercanos al espíritu. Cual pájaro.

Sosiego y impulsividad se toman de la mano en estas montañas rusas en la oscuridad, donde ver es arduo pero percibir llena. Al horizonte propósitos y sueños, porque sin ellos el camino sería llano. Y si no tropiezo, no avanzo.

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